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Temporada de caza contra los depredadores abierta
Contraviolencia por la causa de la paz
John Lash
Traducción de Jacob Hasbun
En mayo de 2008, lancé la categoría de la Acción Ritual en metahistory.org mediante un ensayo de orientación introductivo de la contraviolencia y la ética guerrera. El ensayo resultó incompleto y precipitado. Por entonces, las condiciones que imperaban en el sitio no me permitieron presentar una visión más completa de la contraviolencia y sus aplicaciones, incluyendo la magia ritual, a la vez protectora y letal; pero llegó ya el momento de esclarecer esta visión.
En mi recensión de la película Avatar sugiero algunos puntos que podrían servir para reintroducir la contraviolencia, y recalco su pertinencia como medio en pos de la paz mundial en nuestro tiempo. En la misma recensión declaraba «abierta la temporada de caza contra los depredadores».
Para empezar, permítaseme aclarar hasta la saciedad que la contraviolencia debiera ser orientada contra depredadores humanos que hacen presa de sus propios semejantes sirviéndose de manejos mundialistas, y jamás utilizada en causas privadas. El blanco individual de la cólera transpersonal no puede ser alguien allegado o conocido personalmente sino alguien de quien se tiene conocimiento por fuera de cualquier contacto personal: éste es un principio clave de la ética guerrera con perspectiva gaiana.
Hacer lo que es justo que se haga
En El héroe - Virilidad y poder, sugerí que conviene definir al héroe con el rasero de lo que debe afrontar. Trátase de un criterio para determinar la motivación heroica en casos individuales. Si la humanidad tiene su lado heroico, empezando por la capacidad de luchar en defensa propia y debelar cuanto pueda amenazar su supervivencia, esta definición a punto bien puede ser ahora válida genérica o universalmente. Así pues, ¿contra qué cosa la especie humana se enfrenta, que requiera de ella una respuesta heroica? Respuesta: depredación por parte de congéneres, al interior de la misma especie. Lo que propongo es que la contraviolencia sea considerada como una respuesta éticamente apropiada a tal depredación.
En el budismo, la Noble Vía de las Ocho Directrices comprende ocho géneros de cosas justas que hay que hacer: palabra justa, sostén justo, acción justa, etc. Pero, ¿quién define lo que es justo que se haga? ¿Y sobre qué base? ¿Será John L. Lash quien personalmente defina lo que es justo que se haga so pretexto de aquello que llama «acción ritual», y al socaire de una alusión deliberada a la Noble Vía de las Ocho Directrices ? No, JJL no se pone a definir el justo hacer en lo que concierne a la depredación intraespecífica: él demuestra que, en este específico caso, la situación que amenaza a la especie humana en su conjunto ha de definir lo que es conveniente hacer. La amenaza misma define la respuesta correcta en contra de ella. De ahí la necesidad imperativa de discernir y diagnosticar la amenaza bien tramada de desastres colectivos en nuestro tiempo.
El autor de estas líneas no es un personaje autorizado ni tampoco, por cierto, un moralista que acostumbre decir a los demás lo que deben hacer o proponer altisonantes principios, como las Ocho Directrices del budismo, que son pacifistas por naturaleza. Adviértase que estas ocho directrices no tienen nada en absoluto que ver con la búsqueda de la iluminación, la cual, supuestamente, es la finalidad principal de las prácticas y de la meditación budistas; con decir que tales directrices no son ni siquiera asunto preparativo de tal búsqueda. La Noble Vía de las Ocho Directrices es la vía muerta de la instrucción budista. Este comentario requiere una breve digresión.
Tal vez se recuerde que en el siglo VI aEC [antes de nuestra era común] las enseñánzas del príncipe Sidarta constituyeron una heresía contra las doctrinas védicas y brahmánicas, y que como tales fueron consideradas en aquellos tiempos. En la Noble Vía de las Ocho Directrices, Sidarta -o, más probablemente, quines más tarde fueron los responsables de sus relaciones públicas - adoptó una actitiud hostil frente a la ética guerrera proclamada por el Señor Krishna en el Bhagavad Gita, núcleo vibrante de las escrituras védico-brahmánicas. En ese poético discurso, Krishna (presumiblemente una encarnación del amor divino) recomendó a su carretero Arjuna que aceptase la misión del guerrero y combatiese en el campo de batalla. Al hacerlo, Krishna no abogó por la guerra ni se mostró conforme con la violencia en sí, sino que consideró que se tratase de la conducta justa y eficaz que se imponía en la situación afrontada por Arjuna.
Por aquel entonces, la Noble Vía de las Ocho Directrices equivalió a una desviación relativamente a la antigua norma guerrera del Señor Krishna, a un viraje acomodaticio en dirección de un pacifismo y de una pasividad ética. Las las Ocho Nobles Directrices parecen ser altruistas, cuando en realidad son puramente interesadas. Mantienen a quienes las practican dándole vueltas a una noria ética, tranquilamente al abrigo de las amenazas que pesan sobre el bien social a causa de los trampantojos de las 3D (división, decepción, dominación). No son sino banalidades egoístas y autogratificantes, acaso menos perjudiciales que las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña pero concebidas en la misma vena de aplacamiento social. Con ser anodinas, distraen, en suma, de la brega por la liberación espiritual. El sendero de la iluminación en nuestro tiempo está trazado en otra parte, y Sidarta lo sabía: de ahí que diera enseñanzas orales secretas a su primo y más allegado discípulo (quien, coincidencialmente o nó, se llamaba igualmente Arjuna), a propósito del enfoque excepcional sobre la liberacián que conviene al Kali Yuga. (En los ensayos sobre el 2012 hice observar que el Kali Yuga comenzó con la muerte de Krishna en 3012 aEC y termina en 2216 EC, y que la vida del Buda histórico cayó exactamente en medio de ese período).
El objetivo de este planteamiento sobre la ética guerrera no es predicar ni proponer lo que el prójimo debiera hacer. Lejos de eso, su objetivo es explicitar lo que sería preciso hacer, frente a la depredación cometida sobre la especie humana por obra de semejantes. Es procedente optar, en tal caso, por una acción realmente operante en cuanto medio de autodefensa de la especia. El objetivo declarado de la Acción Ritual no es otro que el de superar las tramoyas de las 3D (división, decepción y dominación), utilizadas por quienes traman deliberadamente menoscabos sociales, contando con otros para ejecutarlos en su lugar. La opción justa en este caso sería la de la contraviolencia aplicada a los protagonistas que controlan la trama así como a quienes la ejecutan hasta la consecución de sus objetivos, en cuanto cómplices incautos o de otro género. No hay espectadores inocentes en el sicodrama del mal social, y habrá posiblemente «daños colaterales» en un ataque de contraviolencia dirigido hacia los depredadores mundialistas.
La contraviolencia es el uso de una cólera intensa en defensa de la especie y para aniquilar la depredación, a través de una aplicación ritualizada de tal cólera - por ejemplo, sortilegios para matar a distancia. En todas las culturas de todas las épocas, hasta la nuestra propia, los chamanes han sido conocidos tanto por curar como por por dañar. A mi parecer, el resurgimiento actual del chamanismo ha ignorado complétamente este último aspecto. Obviamente, no es halagüeño para el chamanismo que se revele el hecho de que un chamán, alguien que comulga con la naturaleza y puede curar un cáncer, pueda igualmente matar mediante el uso de técnicas mágicas a base de plantas o de «flechas mágicas», como lo comprueban investigaciones en este campo. No dudo de que me será objetado que al hacer hincapié en este aspecto del chamanismo - redimensionado como ecobrujería gaiana, según denominación mía - cauciono y abogo por que se perjudique o que incluso se mate al prójimo. He aquí una proposición aventurada que emana de una mente desquiciada, dirán algunos; agregando que a ese chalado que la difunde, quien hace poco tiempo no más pasaba por ser un sobrio erudito, le ha dado por proponer el uso de magia ritual, una especie de vudú de inspiración gaiana, con el objetivo de perjudicar y matar; he aquí, dirán aún, una invitación a la locura y a la supertición; y dirán también que semejante llamada retrotraerá a la sociedad a los sombríos métodos del ayer, caracterizada por chamanes que se pelean a porfía en feroces incursiones, trabados maléfica e inmoralmente en batallas de magia negra fuera de control.
Puede ser que aparezca como un iluso al proponer un enfoque mágico para derrotar a las tramas que suscitan miserias sociales. Aún peor, quizás dé la impresión de abogar por una forma de mal por curar otro mal. ¿Cómo corregir esa impresión negativa? Primero que todo, sugeriría que, en cuanto especie, nos encontramos ya inmersos en una situación de virtual guerra chamánica a escala planetaria. A menos que no en algo peor, inmensamente más dañino que mil grescas tribales. Algunos dicen que existe actualmente una guerra con relación a la cual nuestro mental es el blanco. ¿Qué pensar si se comprobara que una guerra sicológica ha sido dirigida contra la población desde los años cincuenta, desde la época del «Candidato manchú»? [Célebre film de John Frankenheimer, tourné en 1962, que expone la técnica de manipulación y control mental con fines criminales, desarrollada y practicada por agencias estatales y ciertos poderes] ¿Qué diríamos si nos percatásemos de que estamos viviendo en un mundo en que la «magia negra» cunde y está desembarazada de cualquier control? Si tal fuese cierto, sería prudente saber quiénes son los brujos (precaución que aparece en la instrucción básica de Kalika), cuáles los métodos e intenciones de los diferentes protagonistas (si se trata de alcanzar una clarificación óptima), y cómo definir las reglas de confrontación (¡agarrarse fuerte!).
En segundo lugar, ténganse en cuenta que las grescas chamánicas en las sociedades tribales siempre han versado sobre asuntos privados o personales. Considérense diversas narraciones propias a las tradiciones de los aborígenes australianos. En esa cultura, los individuos están convencidos de que la muerte no adviene naturalmente, sino como resultado de la voluntad homicida de alguien con poderes idóneos, generalmente con ayuda de dardos mágicos. El médico de la medicina aboriginal que ataca mortíferamente a cierto individuo, lo conoce directamente, tiene una disensión por zanjar o algún parentesco con él o ella, diréctamente o por línea colateral. Siempre se transparentará en él algún vínculo personal con la víctima.
Pero en la contraviolencia no existen ni siquiera remotos eslabones intermediarios con el individuo objeto de su acción. En la ecobrujería gaiana, una tentativa mortífera o dañina no puede ser enderezada contra alguien conocido personalmente por el experto. La ética guerrera exige que la intención en semejante ritual sea puramente transpersonal, carente de cualquier objetivo o asunto privado. La observancia de este principio hace imposible que la Acción Ritual degenere en anticuadas vendetas y en juegos de poder chamánicos de reata. La magia planetaria resulta de índole muy distinta si se la compara con la magia chamánica tribal del pasado, y su realización resulta igualmente bastante diferente.
En lo que me concierne, ni me molestara hablando de chamanismo en nuestros días, o charlataneando con brío para estar al día en la vulgarización chic del tema, si no llamara la atención sobre la capacidad de un genuino chamán a la vez de curar y de matar.
Dentro de la ecobrujería gaiana, las artes letales del chamanismo no pueden más ser ignoradas, porque la especie humana necesita hoy estas artes para su autodefensa. Por lo tanto, daclaro levantada la veda sobre la caza contra los depredadores; recalcando empero que la contraviolencia no es llamamiento a una revuelta violenta por un cambio social, con derramamiento de sangre en las calles, asesinatos, batallas satánicas o cosas así. La contraviolencia es un llamamiento para proteger a la especie humana y al hábitat proveído por la planeta madre, hábitat en que las tribus de nuestra especie y demás creaturas no humanas, y parientes suyas, pueden sobrevivir y medrar en un pacto simbiótico de pacífica coexistencia.
Un alto porcentaje de los cambios sociales puede ser realizado a través de la protestación no violenta, delineada por Thoreau, Gandhi, Martin Luther King y otros más. Incontestablemente, ese tipo de protestación levanta y sostiene las «defensas» para una transformación pacífica. Pero cuando este método no es o no puede ser aplicado, la contraviolencia es la alternativa. El apuntar una cólera mortífera a un sujeto humano es la respuesta apropiada por dar a depredadores fuera de alcance, y que operan valiéndose de un sistema de diputación de la autoridad.
Es posible que este género de cólera, aunque no sea focalizada aposta en el marco de un ritual, pueda tener efecto de potente catártico, al liberar emociones tóxicas. Ciertamente, y más aún podrá. Sólo que el objetivo de la contraviolencia es el de afectar al blanco sobre el cual ésta se focaliza, y no sólo el de aliviar a aquellos que asisten a los actos de la depredación, que es fuerza asesina.
En la Acción Ritual, en cuyo marco exploro las dinámicas de la contraviolencia, trato de mostrar cómo ella no sea meramente de tipo represaliativo, y acarreadora de nuevos impulsos en la escalada de la violencia - fenómeno, justamente, que se le reprocha al uso de la violencia contra la violencia. La contraviolencia no se limita a responder o a «tomarse la justicia por su mano», perjudicando a los perpetradores mediante la administración de una dosis de su propia medicina: ella los neutraliza y los elimina. Tal es, por lo menos, el objetivo que propongo a continuación. Haré observar que es más que evidente, en este peliagudo momento del siglo XXI, que una sociedad que tolera depredadores intraespecíficos no puede sobrevivir.
Kali = Liberación
Kali es la expresión de la cólera de Gaia, la Tierra viviente. Ella libera a la especie humana de la ignorancia y de la servitud mediante su cólera divina. De ahí que sea llamada «Durga», o sea «fortaleza», para indicar sus formidables poderes de protección.
Podrá serme objetado que Kali es una diosa hindú degenerada, tan producto de la patología colectiva como lo son los maquinadores de miserias sociales contra quienes declaro levantada la veda. Objeción procedente por lo que concierne a la clase de Kali adorada insensata y servilmente por millones de hindues hoy en día. Rechazo totalmente esa versión popular de Kali, cuyos altares visité en Calcuta y en algunos otros lugares del subcontinente. Los «ghats» en llamas son apestosos quemaderos en donde los nativos sacrifican pollos a Kali Ma en medio de un suplicante frenesí. Esos devotos son miserables sujetos de la desventura, que piensan que la diosa guerrrera Durga intercederá en favor suyo. Tanta estupidez impone la risa. No comparto semejante patetismo.
Mi experiencia relativa a Kali ha sido íntima desde mis cuatro años. Podría contarles cómo la percibo y cómo creo yo que ella deba ser vista por los guerreros gaianos, practicantes de la contraviolencia al servicio de la Tierra. Kali es la patrona de tales combatientes y no la salvadora de las hormigueantes masas gemebundas a sus pies. Esas gentes no son sino ruinas. Ella no ama sino al valiente que esté dispuesto a defender las vías sagradas de Budevi, la diosa de la Tierra - si citamos uno de sus muchos nombres en el Voto del Tantra de Gaia. Kali detesta a los individuos endebles, crédulos y obsequiosos.
Acaso me sea objetado que Kali o Budevi o Gaia-Sofía o cualesquiera otras diosas que nombre no son sino entidades de la imaginación, de una imaginación quizás enferma, febril, patológica. Y acaso se me pregunte si creo que esas diosas sean físicamente reales. Ciertamente, tal creo. Tanto como creo que el Jet Stream sea físicamente real; o que la fotosíntesis sea físicamente real; o que el anillo hexagonal del benceno sea físicamente real. Estas diosas, empero, no se mantienen, literalmente, corporificadas permanente y físicamente, como si pudiesen manifestarse sensorialmente a la manera de los hologramas. Ellas no se manifiestan de tal manera, salvo en casos extremadamente raros de intervención ante ciertos individuos, y nunca por causar sensación en espectáculos de masa. Podemos concebirlas imaginativamente como proyecciones de emociones humanas o como erguidas ondas de forma de la madre animal planetaria, sin perjuicio de deber reconocerles una existencia que no se limite a lo puramente imaginativo. Son fuerzas sobrenaturales que operan en los confines entre naturaleza y psique, en donde las profundidades invisibles del mundo natural se inmiscúen en la psique. Son majestuosas y vívidas expresiones palpitantes del Nagual, el mundo del más allá, que es negado por una estrecha racionalidad y que resulta escamoteado dentro de los límites de percepción racionalmente definidos. Pero en la práctica de la ecobrujería gaiana, esos límites se disuelven y los parámetros de la percepción experimentan una modificación permanente.
Los guerreros místicos llaman a la transformación de la percepción «el cambio azul», aludiendo a un conocido fenómeno: en la medida en que la luz se aproxima al observador, se desplaza hacia la extremidad azul del espectro visible, y hacia la roja si se aleja de aquel. A través de los siglos, los chamanes y los visionarios han detectado la equivalencia sobrenatural de dicho cambio, lo que generó la tradición que consiste en pintar a divinidades como Krishna con piel azul. En Cuando lo imposible acaece, Stan Grof describe el fenómeno místico de la Perla Azul, presagio o señal de esta metamorfosis. Evoca con conocimiento de causa la Creatura Azul con quien ciertos practicantes de Siddha Yoga se han topado. En los ensayos de 2012, describo mi encuentro con las Caras Azules mayas, chamanes intergalácticos volantes que se mantienen permanentemente en el estado azul. Algo inspiró James Cameron - según su propia versión, un sueño - para que pintara a los Na’vis, cazadores-recolectores de Pandora, con piel azul. Al igual de los devotos de Kali, los Na’vis de Avatar son guerreros chamánicos que combaten por la preservación de su modo de vida de profunda inmersión en Eywa, la Gaia-Sofía de su planeta.
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Al hablar acerca de Kali no me complazco en hacer reclamos ni tampoco solicito a nadie que se asocie conmigo en un juego de de grandilocuentes fantasías. Usted puede experimentar la realidad de estas divinidades o girar sobre sus talones, presa del escepticismo, y por su cuenta y riesgo. «Cuando lo sobrenatural y lo irracional son desterrados de la conciencia, no se los destruye; al contrario, se vuelven extremadamente peligrosos» (Georges Hansen, The Trickster and de Paranormal ). La incredulidad del agnosticismo y del ateísmo materialista constituye igualmente una patología; que es, a su manera, tan perniciosa como lo es la creencia fanática en un dios creador o en un mesías.
Al invocar cualesquiera divinidades, en particular esas dos, Kali y Gaia, ni espero ni solicito un asentimiento de creyente a guisa de respuesta: le hago una llamada a que experimente, lo reto a que acoja una intención visionaria. Lo llamo a usted, individuo, para que escrute el destino de su especie.
Kali = Liberación. Esta diosa, con ser la más grande protectora de los seres humanos, no protege a la humanidad en general. Protege a aquellos que protegen a la humanidad. Y a quienes se ponen del lado suyo, guerreros místicos de Gaia, Kali libera de la condición humana. La formidable paradoja de esta diosa es que protege a la humanidad por medio de aquellos a quienes libera de las limitaciones específicas de la especie. ¿De qué manera lo logra? Mediante la destrucción de la ilusión de la compasión. A su manera, es una madre sustentadora: ella sustenta sobre todo con coraje. Mas aquello que no alimenta en absoluto son las ilusiones humanas. Las cuales destruye al por mayor y, con ellas, a la gente que no consigue despojarse de sus preciosas y autocomplacientes ilusiones, entre otras las pretensiones relativas a la bondad y a la caridad. A ese respecto, ella no hace distinciones entre víctimas y perpetradores unidos en una colusión perniciosa y en la misma ilusión mayor del combate de los justos contra los malos. Los combatienntes dedicados a su causa tampoco practican tal distinción, aunque llegue a ocurrir que reconozcan a ciertas víctimas que no se encuentran en estado de colusión con sus propios victimarios.
De nadie se requiere que crea que tales divinidades, Kali y Gaia, existan como personajes de un escenario de rimbombantes apariencias divinas. Considérese lo que he escrito contra la religión; considérese mi obra en el campo de la mitología comparada, y la deconstrucción de creencias que conlleva; considérese el método de metacrítica que propongo para un examen roguroso de los sitemas de creencias, y se concluirá que yo seré la última persona en el mundo que haga reclamo por semejantes creencias.
No crea nada de lo que digo sobre Gaia y la Femenina Divinidad, e incluso ponga en entredicho mi facultad de discernimiento acerca de cuanto avanzo a partir de mi misticismo experimental directo. En lo que usted necesita creer es en su propia capacidad de encontrar, en contacto íntimo e inmediato, esas potencias sobrenaturales divinas que impregnan el mundo ordinario. El desafío de un empeño visionario, viviendo y actuando en el sueño lúcido de Gaia-Sofía, consiste en ser conciente de su personal compromiso con esa dimensión divina y sobrenatural, en interacción con ella. Es por ahí que Kali surge. Viene a proteger y a liberar. Ella os invita a comparecer ante su presencia.
Este largo desfogue consagrado a diosas acaso parezca fuera de lugar en medio de los presentes planteamientos. Bien que sea yo susceptible de dejarme llevar por el tema, mi propósito en esta ocasión es claro y sobrio: advertirle que la contraviolencia no puede ser practicada por los humanos solos, es decir sin conexión con lo sobrenatural. Especialmente, sin la conexión con Gaia, y con Kali, que alberga la ira de aquella. Tal y como lo muestra brillántemente la película Avatar, la madre animal planetaria no toma partido y no interviene en los asuntos humanos: «ella sólo actúa en pos del equilibrio de la vida», Neytiri le dice a Jake. Kali interviene en la condición humana; mas en lo que toca a Gaia, ésta sólo se aproxima a la humanidad en sus momentos más sombríos y a través de la matriz de los poderes animales.
Es imposible practicar la contraviolencia sin la asistencia íntima de Kali la Liberadora y de los poderes animales que son la expresión corporificada de la ira protectora de la madre planetaria. Invoco, pues, a la diosa Kali en búsqueda de una harmonización con los objetivos de Gaia; la madre animal planetaria a seleccionado a aquellos miembros de la especie felina que presentan signos particulares para que se conecten íntimamente con la humanidad, con el propósito de lograr un mundo más pacífico y moralmente más equilibrado. Ella a seleccionado a los felinos que presentan manchas sublagrimales en forma de lagrimones.
Perjuicio intencional
La contraviolencia es una vía destinada para aquellos que rechazan la violencia, los cuales pueden usar la capacidad de violencia en el marco de un ataque ejecutado ritualmente en contra de los malhechores. En caso de que usted repugne la violencia ejercida físicamente como medio de control y de dominación, como recurso para perjudicar o someter al prójimo, o por otras razones de género semejante, pero que igualmente acepte la acción violenta como accesorio de la legítima defensa, esta práctica es para usted. Si, en cambio, usted fuese alguien que no se defendiera si fuese atacado en la calle, la contraviolencia discuerda con usted. Porque ella exige que sea reconocido el potencial de violencia que cada quien lleva en sí.
La contraviolencia es el recurso a la capacidad de violencia de manera desinteresada y benevolente contra quienes ejercen la violencia con motivos egoístas y dañinos. Es una vía de acción orientada intencionalmente contra la violencia, en contraste con la vía de la inacción, que permite el afianzarse de la violencia, o con la resistencia pasiva. Esta vía toma rumbo harto alejado de las tácticas éticamente aceptables de la resistencia pasiva y de la disensión no violenta. Gandhi sacó su resistencia no violenta del concepto jainista de ahimsa, no perjudicialidad. La ética guerrera incluye la necesidad de afrontar la violencia, así como las tramoyas de la maldad, cuya realización requiere violencia, mediante una fuerza contrarrestadora. A quienesquiera que crean que las insidias sociales y la maldad intencional pueden ser sometidas por medio de amor y resistencia pasiva, se los saludará respetuosamente. Mas saldría igual creer que un tiranuelo de patio de recreo pueda ser sometido, y sus desmanes evitados, aceptando de él una paliza y agradeciéndosela.
La contraviolencia no es inofensiva: puede conllevar la intención de perjudicar, incluso fatalmente. El término clave es intención. La contraviolencia canaliza y centra la intención de perjudicar por la causa de la defensa de la especie y con la intención de eliminar depredadores intraespecíficos, humanos que hacen presa un sus propios semejantes. La primera regla de la Acción Ritual, desfogue ritualizado de la cólera transpersonal, estipula que ella no puede ser nunca utilizada contra alguien que usted conozca personalmente.
La contraviolencia está reservada contra personas dañinas con miras egoístas y capaces de darle a los perjuicios que acarrean un carácter proliferante y global. Mediante la utilización de la Acción Ritual, el individuo que practique la contraviolencia adopta efectivamente una violencia que no implica el uso de medios físicos en su realización, ni el de cualquier arma física o de cualquier instrumento material, como veneno, y sin asalto con contacto directo o el recurso a un intermediario (sicario) o a alguna red de secuaces. La contraviolencia utiliza la «acción a distancia», en la cual no existe el más mínimo vínculo entre el practicante y su blanco humano. Cuando la intención conlleva letalidad, el resultado consistirá en una muerte mágica. Los chamanes han ejecutado acciones a distancia desde tiempos inmemoriales en las sociedades tribales. La contraviolencia es el ejercicio de la agresión chamánica en escala planetaria.
Si en cualquier caso dado la intención de perjudicar a sus semejantes resulta sin excepción censurable, medítese sobre el argumento siguiente: la tendencia dañina es una postura inevitable que procede de muy adentro en la condición humana, una inclinación humana experimentada sin moderación por algunas personas, la cual otras abniegan o reprimen, considerándose por ello mejores que las primeras (con la pretensión de mantenerse en un plano «moralmente superior»). Pero si el propósito de perjudicar a sus semejantes propende a realizarse, y ciertamente se realiza en el asco de algunos miembros de la especie humana, se puede, en consecuencia, considerar como una responsabilidad el proponerse perjudicar si solamente con la intención de contrarrestar y vencer a quienes lo hacen aposta, aconsejados por intereses egoístas, tales como lucrar, controlar y dominar. Practicar la contraviolencia es suministrarle al mal cometido con designios egoístas una dosis de reciprocidad. Esta acción específica y crucial de reciprocidad resitúa de nuevo el punto focal moral en medio del orden social. El equilibrio resulta restaurado gracias a la acción de contraviolencia; mientras que el abstenerse de perjudicar a alguien simplemente por principio, insistiendo categóricamente en que perjudicar a sus semejantes es inaceptable, tiene por resultado mantener el platillo de la balanza inclinado en favor de los perpetradores, los cuales no tienen semejantes escrúpulos.
Perjudicar al prójimo es algo que ocurre constantemente en este planeta. La diferencia estriba en quien daña, en su víctima, y en el por qué del daño. La objeción según la cual responder al mal con el mal sólo consigue suscitar un nuevo ciclo en la escalada de la violencia no es procedente tratándose de contraviolencia: porque la dirección que se recomienda no supone retrucar con violencia a la violencia, sino dirigir una intención violenta contra su equivalente. Es posible adoptar una intención violenta y ser con todo persona cariñosa. Mas nunca el amor que ésta pueda sentir será dirigido por ella hacia el objeto de su intención violenta. El amor no posee ningún potencial suasorio sobre seres humanos pervertidos y maniacos de la violencia, que traman males sociales y hacen presa de sus propios semejantes. Adolecen de ser dementes rematados y terminan por agredir a la especie, y proyectar sobre ésta además su monstruosa fatuidad, que los lleva hasta creerse divinos. Buscan destruir físicamente a la humanidad para que no quede nada que pueda mostrarles la falta de humanidad en ellos mismos. El amor no puede hacer nada por esa gentuza. No es capaz de hacerse sensible a ellos, inspirarlos, o mágicamente convertirlos en gente buena. La contraviolencia es la manera de neutralizarlos. Una sociedad que no logre detectarlos y eliminarlos está condenada a desaparecer frente a tales depredadores y perpetradores.
La Acción Ritual, expresión ritualizada de la contraviolencia, excluye la posibilidad de perjudicar a alguien que no practique el mal o no tenga la intención de practicarlo. Esta vía excluye el librarse a pseudosatánicos juegos de poder. Sus adeptos no ejecutan sacrificios animales y humanos en el curso de los rituales; ni secuestran o maltratan a niños; como tampoco usan mujeres en degradantes rituales de potenciamiento sexual. En mi calidad de preceptor de la contraviolencia, condeno tajántemente tales prácticas. Un guerrero gaiano no utiliza contra nadie poderes letales, salvo contra depredadores intraespecíficos, humanos que hacen presa de sus propios semejantes. No perjudicar a quienes no perjudican es el principio fundamental de la ética de los guerreros. Mientras que principios como el de amar a sus enemigos, o el de solicitar otra bofetada mostrando la otra mejilla, o el de hacer el bien a quienes persiguen y perjudican a los demás, definitivamente no son principios de esta vía. Los guerreros gaianos consideran tales bajezas como estratagemas esquizoides de los perpetradores, quienes cuentan con la colusión víctima-perpetrador para mantenerse en posición de fuerza y ganar en sus juegos de división, decepción y dominación.
Los perpetradores de tragedias sociales militan contra la especie humana y la unidad simbiótica de la vida planetaria. En las postrimerías de su escenografía, que se manifiesta ya a todo lo ancho y lo largo del planeta, conspiran frenéticamente para decimar a la especie humana. La eugenesia es su firma, la burocracia es su cubierta. En medio de su demencia, se ven a sí mismos como una raza especial con privilegio para esclavizar o eliminar al resto de la humanidad, en función de la cara que vayan poniendo las circunstancias día tras día.
John Lash. Andalucia. 10 febrero 2010.
Quienes creen poder controlar al mundo no se controlan a sí mismos. Quienes hacen cundir el terror so capa de lucha contra el terrorismo, viven en un estado de miedo perpetuo. Les es preciso elaboradas medidas de protección y de secreto para poder persistir en sus fantasías sicóticas de dominación. Son individuos blandengues que no se tienen en pie, moralmente. No tienen poder autónomo y deben confiar en redes de sostén y complicidad. Adquieren su poder gracias al consentimiento pasivo de gentes que no son suficientemenente avisadas como para desvelar sus tramoyas. Tienen todo el tiempo del mundo para dar caza a sus propios semejantes mientras no haya suficientes seres humanos con agallas que se les enfrenten. No se trata sólo de exponer sus maquinaciones, sólo de cotorrear hasta el infinito acerca de cuán sagaces se revelan a través de estas tramas suyas, sólo de acusarlos por sus archisabidas maldades, manteniendo el sueño fútil de que un día hayan de pagar por todo el mal que hacen. Nó; de lo que se trata es de perseguirlos a muerte, de derribarlos. Es el fin del Kali Yuga, mis amigos. La caza contra los depredadores queda declarada abierta.
¿Cuál es la presa seleccionada naturalmente para la especie humana? Respuesta: somos el único animal que puede hacer presa de cualquier otra especie, sin que tenga una presa específica naturalmente seleccionada. Es lo que nos hace diferentes de otras especies: no superiores, sino diferentes.; excepcionales, en cierto sentido. Y es lo que explica también la extraña perversión que lleva a los humanos a dar caza a sus propios semejantes. La depredación intraespecífica implica una presa de substitución. Las masas se convierten en presas de individuos que se vuelven contra su propia especie en vez de destruirse a sí mismos; con todo, los depredadores intraespecíficos se encuentran sumidos en la fase terminal de su demencia. Substituyen su propio ser por otros seres humanos como presas para sus propias pulsiones homicidas, pues rehusan dejarse consumir por éstas. En cierto sentido, destinan a la humanidad a ser ofrenda sacrificial a su propia demencia.
Es difícil comprender a primera vista semejante trastrueque depredatorio. Es algo que no ha sido señalado previamente, que yo sepa. Para comprenderlo corréctamente se necesita examinar con atención el vínculo víctima-perpetrador, que es de hechura puramente humana, en contraste con el vínculo presa-predador, que constituye una de las leyes más sublimes de la simbiosis gaiana.
A lo largo de esta vía de reflexión topamos el dominio de los grandes predadores felinos, los gatos matadores con manchas lagrimoides...
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